porque el tiempo es breve, pero me ama

jueves, 29 de febrero de 2024

Salbutamol

Estoy enferma. Estoy enferma y triste. 

Estoy enferma, triste y ansiosa.

No sé nada de ti.    No sé nada de mí. 

El futuro quiere venir y romper mi puerta.

El futuro quiere que me mate.

No quiero nada de futuro en mi casa. 

No quiero que el futuro se coma mi cuerpo y escupa mis pasos.

Quiero no sentir nada en los pulmones. Quiero sentir nada en la garganta. Que no duela tu silencio.

Quiero arrancarme todo lo que me duele. Quiero ser feliz y optimista y narcótica.

Quiero que la honestidad me arrastre por una corriente tranquila y no sentir que me ahogo sentada en la orilla.

Estoy enferma, pero es peor estar triste. 


2.

He perdido cinco kilos desde tu muerte.

He perdido el hastío y la preocupación de verte morir cada día. 

No puedo sacar de mi mente tus lágrimas. No sé si fue llanto o solo un fluido más que excretaba tu cuerpo. No todas las lágrimas son llanto. El llanto es pena. 

Las lágrimas pueden ser sueño o alegría o sexo oral intenso. 


3.

Sigue adelante y sé una bestia subterránea que

destruye todo lo inmerecidamente vivo.


4.

No sé si deba, No sé si pueda, No sé si quiera. No sé por qué pisé las comas en el teclado cuando

lo que quería en verdad eran puntos seguidos. Una dosis doble de salbutamol despejará la duda

y con algo de fe (esa sílaba difícil),

despejará la congestión vehicular que hace de mi mente un infierno común,

asfalto agujereado del horror diario. 

Quiero saltar y ocupar la madriguera infinita.


5.

El sonido del papel que se rompe es el sonido del desgarro.

Puede ser música o puede ser desesperación, tú eliges el lugar de la herida (diría Pizarnik).

Estoy haciendo todo lo posible por seguir, papá.

Una vez te dije que quería lanzarme desde el techo de la casa y creo que no te diste cuenta,

tenías un talento superior para no darte cuenta de las cosas, papá. Siempre

recuerdo tu sonrisa al decirnos que era cáncer y no covid. Eras cruel,

papá, pero muy gracioso, debo admitir.

martes, 23 de enero de 2024

Just in time

Me sobra más de una mano si cuento con los dedos los momentos de perfección que me encontraron entera. Siempre hecha trizas. Pedazos de mí apilados unos sobre otros, como apachetas altísimas, con la levedad del viento estremeciendo los espacios en blanco entre piedra y piedra. Qué burla puede ser el equilibrio en ocasiones, una búsqueda de felicidad catalogada. El control es útil en cuanto la desgracia acecha y aún así no sirve de tanto. Pero si los días son todo lo opuesto a la desgracia ¿Qué control he de ejercer? ¿Cuál sería la excusa para no dejarme ir tras aquello que me mata? ¿Para qué el blindaje heredado de los años?

Los signos de interrogación pertenecen a una retórica desgastada. Las ganas de ser algo que se desmorona sobre ti impera. Manta hecha del sudor de tu cuerpo. Tiempo que se desmenuza y aniquila las fórmulas.

miércoles, 1 de febrero de 2023

Ahora vamos hacia el mar

la orilla empedrada dejó a la vista una serie de cadáveres. malaguas transparentes como babas de ballena. corazas oscuras de cangrejos dormidos. erizos de mar. pequeñas caracolas fragmentadas. un cementerio bañado por la espuma y el sonido espectacular del agua siendo conducida por el viento. el viento es un maestro del sonido. así lo ha demostrado el vaivén de las pesadas ramas de los pinos. ¿cuáles son tus sonidos favoritos? preguntaste el otro día. la risa de mis hijos. el sonido de las hojas siendo batidas por el viento. el de algunos pajaritos. pero ahora vamos hacia el mar y es la primera vez que estás en su presencia y tienes miedo. tu pequeño corazón late fuerte, pero no quieres dejar de mirar. las olas revientan y derraman sus blancas tripas envueltas en yodo. quieres irte y quieres permanecer y tu rostro delata tu embeleso y tu inocencia. das pequeños saltos de alegría y vuelves nuevamente hacia la nada, hacia una inmersión que no logro advertir y entonces te digo: así se siente el amor, pero no lo sabes todavía.

domingo, 2 de mayo de 2021

Servicio de espionaje

 De momento mi mayor contacto con la naturaleza consiste en el ejercicio cotidiano de mirar a un par de palomas que están haciendo nido cerca de mi ventana. Nos gusta llamar al macho ‘la paloma espía ‘ porque siempre lo pillamos mirando hacia nuestra habitación, pero en realidad el servicio de espionaje se da en ambos sentidos.

Una mañana despertamos y nos dimos cuenta que el macho andaba en plena labor de colectar ramitas para armar su nido. La sorpresa fue el verlo ir y venir a pie con unas ramas largas y de hecho que pesadas para el pico de un palomo. Quizá por eso iba a pie. Pacientemente el palomo anduvo caminando toda la mañana con las ramitas más bonitas que encontró. Su trayecto era en forma de L y en un tramo desaparecía, así que nunca supimos dónde fue que andaba construyendo su casa.

Lo que si sabíamos es que había sido desalojado de su antiguo nido a punta de escobazos por una vecina que estaba un poco harta de que le anduvieran cagando las ventanas.

Pobres palomas. Empezar de cero no parece ser más fácil para un ave de la urbe. La pareja de palomas me genera mucha ternura. Por las tardes se espulgan mutuamente y luego parece que se besan, aunque quizá solo intercambien bichitos con el pico, que es lo más cercano a un beso humano.

Cuando sale el sol se posan en el muro que separa mi casa de la casa del vecino y se quedan quietas para recibir la luz y el calor y sus plumas se vuelven redondas y toman una apariencia que las hermana con las alcachofas.


Pasamos mucho tiempo observando a las palomas. Tanto así que a veces conversamos sobre ellas en los desayunos. Incluso intercambiamos comentarios con nuestras madres, que también las miran de cuando en cuando. ‘Ya llegó la palomita’ dice la abuelita Libia sosteniendo a un bebé en brazos y acercándose a la ventana. Los bebés ya se dan cuenta de la existencia de las palomas y a veces las reclaman para sí.

¿Cuánto tardará una paloma en construir su nido? Voy a google enseguida y escribo ‘paloma’ en el buscador. Descubro que las palomas son aves monógamas, autoconscientes y que pueden diferenciar la forma hostil de la amable con las que son tratadas por los humanos. Además, tanto macho como hembra empollan los huevos. La construcción del nido es también una tarea conjunta, el macho lleva las ramitas con las que la hembra empezará la construcción. Sigo leyendo y el asunto se pone algo siniestro, ya que el nido también puede consolidarse con residuos fecales de sus habitantes e incluso con pichones momificados. Después de un rato de andar leyendo sobre palomas no doy con el dato del tiempo.

Todavía no nos animamos a llevar a los gemelos a los parques vecinos. El miedo aún impera. Sabemos que tenemos que exponerlos a distintos entornos porque es parte de su aprendizaje sensorial, pero nos cuesta adaptarnos a la realidad. Es el encierro nuestra manera de mantenernos cuerdos y protegidos. Algunas veces entramos al pequeño jardín de la abuelita Anita (mi madre) que tiene nardos, rosas, crotos y azucenas. Ahí los bebés aprenden algunos colores y olores y formas. A veces, si sale algo de sol, los tenemos transitando por la casa sin cobija y por ahí que dejamos que les caigan unos rayitos. Qué extraño es el tiempo en que les ha tocado nacer. No nos dejamos vencer por el pesimismo, tampoco recurrimos a artificios para mejorar nuestro ánimo; de momento, seguimos espiando a las palomas y recibiendo aprendizaje del trocito de naturaleza —tan sabia y tan basta— al que podemos acceder.

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Publicado originalmente en YoEscritor!

sábado, 1 de mayo de 2021

Desde mi azotea

 Subir a tender la ropa es de momento el paseo que me conecta con mi entorno. Es el techo del tercer piso de mi casa la cubierta de un barco varado en el asfalto en deterioro de la calle donde vivo. Al final de ella, inamovible y contemplativa, sobrevive la pequeña huaca.

Más allá, el ruido blanco de los motores enfatiza que no hay mucho de ‘nuevo’ en la ‘nueva normalidad’. El paso de los aviones es ahora menos frecuente. Si alguno surca el cielo mientras estiro una chompa húmeda y pesada – una de aquellas que hunde un poco la tensa línea del cordel- ensayo en mis deseos el pedido de una puesta de sol.

Ahora aprecio el sol. Son los días soleados los más felices del intermitente invierno en Lima. Las tardes se alargan en la extensión del manto de luz de un falso verano. La ropa seca rápido.

Si el paseo es nocturno, porque el tiempo es tirano y hay que lavar cuando se pueda, aprovecho para ver las luces. Hoy hubo estrellas en La Gris. Pude contar más de catorce, lo cual es una suerte en una ciudad donde la contaminación lumínica rara vez le da tregua a los astros. Al fondo del paisaje ha crecido un edificio. Solo tres ventanas encendidas en un bloque sin gracia. Erecto, vertical, desolado. El cerro San Cristóbal -apu mayor de la ciudad- es un punto chiquitito con una luz titilante en su cima. Las copas de los árboles se mecen suavecito en los parques vecinos.

Termino de colgar las medias impares como colocando notas en un pentagrama de alambre. Esta es mi canción. Gotea en mi cabeza en forma de palabras bailables. La tina está vacía. Es hora de volver a mi no soledad.

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Publicado originalmente en YoEscritor!

jueves, 4 de enero de 2018

Esta es una foto mía a los 20 años. Tú estás en mí como un conjunto de células alocadas buscando una forma en la cual caber. Yo soy tu recipiente. Mi forma es la de una adolescente tardía o una adulta precoz. Tú eres una brújula. Eres un yunque que cae desde el último piso de un rascacielos haciendo un sonido agudo y perceptible solo para los perros. A mi lado derecho aparece mi madre, con el rostro de aún no saber que será tu abuela. Atrás, como queriendo aparecer y no, está la pequeña Úrsula, que ahora tiene 14 años.

 - Creo que nunca he sido la primera enamorada de nadie- le digo.

Han pasado 12 años desde que esa foto fue tomada. Tú eres un niño que cabe perfectamente en el papel de un niño. Eres el yunque más ligero del mundo. Te gusta sacar la lengua en las fotos. Ella ya es la primera enamorada de alguien. Habla y sonríe poco. Me recuerda a mí después de mi primer enamorado. Comemos y bebemos mientras esperamos que el show comience.

El lugar parece un desfile de antorchas sin niños. Maquetas luminosas en formas de animales. Un dragón larguísimo hecho de vajilla china. Dinosaurios de fibra de vidrio con gestos de andar perdidos en el tiempo/espacio. Sobre el escenario un presentador anuncia los números que veremos esta noche: la ceremonia del té, el mágico cambio de caras, artes marciales y pruebas de fuerza. Me siento como en una actuación de colegio. Trato de sentirme feliz y lo consigo. He aprendido a modular mis sensaciones. He colocado palancas para aplausos y carcajadas en lugares estratégicos de las sinapsis. De eso debe tratarse la adultez. De falsear emociones hasta el punto en que dejen de ser falsas.

En esta tengo 7 meses de embarazo y 21 años recién cumplidos.

Ensayo mentalmente canciones para cantarte cuando ya seas humano. Está una de Atahualpa Yupanqui que se llama ‘Duerme Negrito’. Es una canción muy bella, ideal para la hora de irse a dormir, con amenazas tiernísimas (el amor que no infunde miedo, no es amor) y sonidos onomatopéyicos. La entono en voz alta y me toco la barriga como un tambor con ombligo en alto relieve. Luego canto ‘Piove’ de Jovanotti en falso italiano y todo se va a la mierda. Pienso que quizá sea una pésima mamá, y que en lugar de emocionarme al recibir la rosa de plástico y tela en el día de la madre, solo la dejaré morir en el polvo de los regalos fabricados en serie.

 - Mamá, ¿puedo pedirte una cosita?

Me hablas como te hablo. Me hablas como si fueras mi mamá. Accedo a tus pedidos porque son simples y justos y porque casi siempre son acciones u objetos que también deseo. Entonces compartimos la pertenencia y la alegría de habernos salido con la nuestra. Somos dos niños. Somos dos señoras treintonas que beben café.

Una noche te escuché cantar y te molestaste conmigo. Lo estabas haciendo en secreto y yo lo descubrí y quise saber más sobre tu canto. Pero te llenaste de rabia y no quisiste seguir y yo sentí un pequeño fracaso. Lo siento. Cuando era niña mis actos secretos tenían que ver las películas de terror y las películas para adultos, seguido además de la masturbación. El canto siempre era público. Así lo aprendí en el colegio.

Esta es de esta tarde. Tengo 32 años, tú tienes 11 y usas lentes.

En ella aparecemos Úrsula, tú, la maqueta luminosa de un panda y yo. Somos nostalgia futura. Nada reemplazará este momento, aunque ahora nos resulte vano, aunque no queramos sonreír al sonido artificial del disparador de este Smartphone. Salimos del lugar arrastrando piedritas y arena en los zapatos. Ahora solo nos queda volver. Luego el ejercicio del recuerdo nos destruirá y solo sobrevivirá esta imagen encerrada en la pantalla táctil. Y todo lo no escrito quizá sea tu nueva secreta canción. O la mía.

lunes, 21 de agosto de 2017

Voy a regresar afuera antes que la lluvia comience a caer, caminaré hacia el abismo del más profundo bosque negro, donde la gente es mucha y sus manos están vacías, donde el veneno contamina sus aguas, donde el hogar en el valle encuentra el desaliento de la sucia prisión, y la cara del verdugo está siempre bien escondida, donde el hambre amenaza, donde las almas están olvidadas, donde el negro es el color, y ninguno el número, y lo contaré, lo diré, lo pensaré y lo respiraré, y lo reflejaré desde la montaña para que todas las almas puedan verlo, luego me mantendré sobre el océano hasta que comience a hundirme, pero sabré bien mi canción antes de empezar a cantarla, y es dura, es dura, es dura, es muy dura, es muy dura la lluvia que va a caer.

Gracias Bob, gracias Patti. Adiós, Arturo.

lunes, 26 de diciembre de 2016

algo bello que sucedió en este año que casi termina fue conocer a alicia ugaz. ella trabajó su primera individual a partir mis abrazos largos, ese librito de pasta azul, vapuleado y resistente que publiqué el año 2013. un día alicia me escribió y quedamos en conocernos en persona. visité su taller, me mostró las piezas; mezcla de dibujo, bordado, collage y acuarela. se llevó la exposición a méxico y luego la presentó en lima. en la inauguración obsequió unos pequeños catálogos hechos a mano, encuadernados por ella. todos los detalles del proceso y de la muestra sobrepasaron cualquier cosa que pudiera yo esperar a consecuencia de publicar un libro con mis textos. completar la experiencia de la poesía debe ser algo muy similar a esto.




el portafolio de la muestra aquí, una breve nota acá.

domingo, 30 de octubre de 2016

tres meses de la presentación de mi libro. días antes estuve caminando por las calles de Magdalena en busca de dinosaurios. caminar, escribir, buscar y encontrar lo no buscado son en suma una parte importante de aquello que intento como poema. la poesía en definitiva es algo más alto y menos explícito.
el día de la presentación proyectamos este video, el cual trabajé junto a Pepe Cahuas en el mes de julio. la descripción que acompaña dice así:

Recorrido audiovisual por Lima y los escenarios del libro 'los abrazos largos. prosa' de Karina Valcárcel. Grabado los días de julio en la Residencial San Felipe, el tren eléctrico, las ciclovías de las avenidas Arequipa y Salaverry, distritos de Lince, San Isidro, San Borja, San Miguel, Pueblo Libre, entre otros. El fin fue recrear -a través de un collage de imágenes y secuencias- la atmósfera que intenta transmitir las prosas de este libro; así como evocar el estado de ánimo de quien observa desde distintas perspectivas la ciudad, su tránsito y sus palabras.

y el video es este:

tres meses desde la presentación de mi libro. aunque no debería ser la forma de fechar nada en particular, lo tomo como pretexto para sentarme a escribir algunas líneas en este abandonado blog mío. es domingo y he regresado a casa poco más de las cinco de la mañana. el cielo ya iba clareando, lo que demuestra que el invierno ya terminó de mudarse de hemisferio. a dos cuadras, dos muchachas de apretados jeans vienen tambaleándose, apoyada la una sobre la otra, como si acabaran de jugar el mejor partido de sus vidas. como viejos amigos que saben de sus penas. pero sonríen. sonríen y se tambalean y algunos hombres que también andan despiertos y errantes a esas horas de la madrugada en Lima las miran. yo también las miro mientras el taxi avanza por avenida universitaria.
despierto al mediodía del mismo domingo. ha salido el sol y huelo a sexo. me lavo la cara y los dientes y bajo a desayunar. vierto dos cucharadas de café instantáneo al agua caliente de mi taza y luego veo que no tengo azúcar. reviso todos los lugares posibles en los que podría hallar al menos un poquito, pero nada. estoy desabastecida. ya pasaron once días desde que mamá se fue a europa. ahora soy una chica de 31 años en una casa con tres hombres. un niño y dos adultos. uno de ellos es papá. papá viene a dormir a casa todos los días desde que madre se fue a Barcelona. papá dejó de vivir en nuestra casa a mis 12 años. ahora compra el pan por las mañanas y me llama por la noches para preguntarme si llegaré a dormir. papá extraña a mamá, pero en especial extraña la posibilidad de su independencia y desapego. amo a papá y extraño a mamá.
en un rato bajaré a freírme algo para el almuerzo. no recuerdo por qué empecé a escribir todo esto, yo quería decir algo que se perdió en el camino, pero me importa menos de lo que me importa elegir el almuerzo de esta tarde. yo solo pasaba por acá para sentir que no he abandonado del todo el ejercicio de darle a las teclas negras de mi laptop. además, quería archivar una serie de sucesos y recuerdos, porque mi memoria es blanda y se agujerea con facilidad. volveré en próximos posts, pero primero, una fritura.

yo no quiero hablar del amor. yo quiero hablar de todo lo que comen los protagonistas durante la película. llevan hacia sus bocas crujientes y verdes vegetales todo el tiempo, verduras equilibradas grácilmente en un par de palillos de bambú. sorben transparentes fideos que parecen tener metros y metros de extensión. sirven el café en delicadas tacitas de jade. se encuentran y desencuentran mientras van a buscar la cena, y por esa misma razón, a veces les cae la lluvia. ordenan el uno para el otro los platillos que elegirían sus respectivos cónyuges. ensayan la infidelidad, los encuentros y las despedidas en vaporosas tertulias que discurren en cafés o restaurantes. quiero hablar de las recatadas y cadenciosas caderas de Su Li-zhen, subiendo y bajando peldaños de algún barrio de Hong Kong, atrapadas en esos ceñidos y brillantes vestidos de cuello alto. del humo que asciende lento sobre la cabeza de Chow Mo-Wan, como la explícita combustión de sus ideas e imposibles afectos. de la textura del agua y la textura del llanto. de la imposibilidad y el simulacro. de lo nada preparados que estamos para el nuevo dolor, para ninguna despedida. del ejercicio de narrar secretos a los árboles, a los muros. de la voz de Nat King Cole cantando boleros con ese acento gringo tan espantoso, pero que en él resulta adorable. de la cámara lenta y la tensión sexual y el piso de tu habitación arropado por un cielo de peluche sobre el que rodamos mientras la magnificencia de los años pasa como las flores.


domingo, 14 de agosto de 2016

son casi las dos de la mañana en lima. tengo que volver a casa.

hemos pasado la noche del sábado conversando. primero, buscando café como quien busca algo mucho más relevante que una simple taza que humea. luego, echados en tu cama -que no es tu cama- mirándonos las caras como presentando formalmente nuestras facciones.

cruzamos la avenida corriendo y los autos intentan no matarnos.
hace frío.
detenemos un taxi en la brevedad. es rojo, de un modelo antiguo. el señor que lo conduce escucha country a todo volumen. es evidente que él mismo ha armado la lista de canciones que suenan en el trayecto de tu casa a mi casa.

estamos mudos y la música es perfecta a esta hora y en este clima. reposas tu cabeza sobre mi cabeza y tu mano, en mi mano.
estamos próximos a llegar a mi puerta y mientras atravesamos el parque en nuestra máquina del tiempo empieza a sonar la canción 'when a man loves a woman', pero no en la versión que popularizó michael bolton y las pelis gringas, sino en una que no logro reconocer y que me emociona. pienso que quizá el camino no alcance, pero llegamos al árbol de jacarandá justo cuando la voz del cantante se va en el último poquito del poquito a poco. antes de bajar del carro pregunto al señor: '¿quién canta?' y no tarda en responder 'johnny rivers'.

and if she is bad, he can't see it